RICARDO LÓPEZ
Ricardo
López nació de una vez contestatario un 2 de abril de 1956 en San Fernando de
Atabapo, pero es Puerto Ayacucho quien lo adopta. Y por lo tanto puede
considerarse ayacuchero de pura cepa. El gusto por la poesía, la lectura y la
escritura siempre han sido sus prioridades. Tan es así que decidió vivir para
ellas. De ahí, a un paso de la bohemia, falta poco. Por eso es un asiduo
parroquiano de los bares de los encuentros amistosos.
Ricardo
nació contestatario, para no llamarlo anarquista: cuando en Venezuela gobernaban
los adecos y copeyanos, era de izquierda y crítico acérrimo del régimen y
formaba parte del combo del actual gobernador Liborio Guarulla. Era el autor de
los escritos ácidos del pasquín. Y ahora es un crítico acérrimo del supuesto
régimen de izquierda y del gobernador Guarulla. Y no da cuartel: en 2013 quemó
con otros manifestantes la bandera cubana frente al hotel mi jardín, residencia
de los cubanos, en protesta por su intromisión en nuestros asuntos. Los cubanos
se vengaron borrándolo del registro de identidad de ciudadanos venezolanos, el
cual manejan. Lo tal que ahora Ricardo no es ni de aquí, ni de San Fernando de
Atabapo. Reza en el SAIME: Nacionalidad desconocida. No existe en un país
tomado por un régimen comunista extranjero, más pobre que nosotros, al cual nos
entregaron, que maneja hasta nuestras partidas de nacimiento. Ricardo se
descarga: Por primera vez en la Historia un país más débil y paupérrimo, domina
a una más fuerte, gracias a una ideología chueca y a un loco de remate. También
Ricardo fue puesto preso por esta heroica acción, llevada a cabo en el crepúsculo de su vida, como lo
hacía en su juventud, cuando también manifestó y enmascarado quemó mucho
caucho.
Ricardo
con la bandera cubana antes de quemarla.
Ha
practicado el secreto de simplificar la vida y no complicársela: como le gusta
la lectura y escritura, pues vende libros en una esquina de la Plaza Bolívar y
ahí lo podemos ver todos los días de la semana ofreciendo al público su
mercancía. Antes tenía como socio al recordado y malogrado poeta José Morillo
Araguache, pero éste emigró hacia el cielo y desde allá lo sigue guiando y
actualizando en literatura y ventas.
La
gran variedad de libros que maneja es asombrosa, porque es el único amazonense
que se dedica con su empeño a que los coterráneos lean. Y él da el ejemplo, al
dedicar su vida a leer y escribir y por
lo tanto orienta a los lectores-clientes: ofrece los libros y cuando el cliente
le exige alguno específico y no lo tiene, le dice:
- ¡Ven mañana que te lo
consigo!
¡Y cumple! Porque a la
mañana siguiente el cliente lo tendrá.
Este
negocio lo aprendió en el extranjero, pues cuando pasó, rumbo al Camino Inca
con el Ingeniero Miguel Guape, por Colombia, Ecuador y Perú, países con mejores
y mayores lectores y productores de libros que Venezuela, vio colegas con
cuadras enteras de libros usados o de reciente publicación y un kiosco se
comunica con el otro: cuando alguien no tiene un libro te dice:
- No lo tengo, pero espera que
ya te lo consigo.
Y en seguida va y viene con el pedido. Es como una gran cooperativa de libros usados
y se comunican entre ellos. Y son cuadras y cuadras de libros para la venta. Y
cuando nadie tiene el ejemplar, te dice de buscarlo al otro día porque lo va a
imprimir. Y al otro día lo puede buscar el lector ¡recién impreso! Será una edición
tan burda que de lejos huele a pirata. Pero el cliente quedará complacido y
servido. ¿Cómo lo imprimió? Es un misterio.
Ricardo
López y Miguel Guape en la trayectoria de El Camino Inca en Perú en 1999.
Sus
antiguos camaradas le enrostran que porque los metió a comunistas en la
Universidad de Carabobo, donde una vez estudió, y ahí los dejó. Verdaderamente arrepentido Ricardo les
recuerda que todavía hay chance de salir de creencia tan mezquina y falsa que
echó a perder nuestro antiguo maravilloso país. Éramos felices y no lo
sabíamos, es su conclusión.
Ricardo
también es reconocido en el medio bohemio de Puerto Ayacucho como un crítico y
filósofo del medio amazonense. En su haber cuenta con profundos pensamientos
producto de su intelecto y que encierran una gran verdad: “Hay un momento en la vida que uno tiene más
amigos en Payaraima que en la Taberna del Toro”. Para los que no son ayacucheros les decimos
que Payaraima es el cementerio local y la Taberna del Toro es el bar de la
bohemia pariente de Puerto Ayacucho. Constituye un homenaje a la vida por la
cual transitamos, en tiempo muy ínfimo y de manera casual y a los muertos por
estar descansando en sana paz y allá nos esperan. De todos modos se cuida de
volver a este mundo: en cierta ocasión le contábamos que la religión tibetana
cree en la reencarnación y después de muerto el difunto debe, al igual que la
antigua religión egipcia, sortear varias tentaciones hasta por fin al noveno
día (que duran las exequias) llegar a un sitio donde hay un montón de gente
haciendo el amor y el muerto puede escoger a la pareja para le reencarnación.
Le preguntamos a quien escogería él para reencarnar y nos contestó orondo:
“Pues yo simplemente les diría que sigan con su himeneo, que yo no quiero
reencarnar más”. Pero bueno, Ricardo. ¡No es para tanto!
Para
parrandear siempre le dice a sus amigos de farra que “la cerveza se debe tomar bien fría y que la
pague otro, porque la cerveza que uno paga no sabe igual de sabrosa que la que
es brindada”. Sabia
acotación de un bohemio profesional que nunca paga, porque siempre pagan sus amigos,
que saben de la eterna limpieza de Ricardo. Pero sus amigos siempre lo avalan
para oír sus cuentos, chistes y a veces amargas cuitas.
Ricardo
es feliz cuando está bien rodeado, vendiendo y recomendando libros.
Este
ejemplar sobre el marxismo lo exhibe al revés, como la ideología que
representa.
Ricardo
con sus libros, desayuno, almuerzo y cena en las manos
Al
mal tiempo que está pasando Venezuela, buena cara, dice Ricardo. En su lugar de
trabajo también tiene su desayuno, almuerzo y cena, con los mangos de la Plaza
Bolívar a los cuales espera pacientemente que caigan. A veces tiene que hacer
fila, porque hay otros venezolanos actuales que también dentro de la pelazón diluviana
esperan la maduración y caída de tan apreciada fruta.
Nada de esto amilana a Ricardo. En la esquina de
la plaza Bolívar lo visitamos amigos y clientes diariamente porque “la esquina del
saber”, como la llaman, siempre está al día con los libros, las noticias y
chismes. Ahí trascurre la vida de este poeta y filósofo que continúa leyendo y
escribiendo y hace lo posible porque los amazonenses lean y se informen, para formarse
y aprender cada día más. Lo podríamos catalogar como el educador de un pueblo,
por su manía solitaria de regar una catarata de ideas y conocimientos en
Amazonas.
PERSONAJES DE AMAZONAS
0 comentarios:
Publicar un comentario