MicroHistoria
de Amazonas
Amazonas 1981: Gobernada en Venezuela COPEI y el
Gobernador del entonces Territorio Federal Amazonas era Armando Sánchez
Contreras, venido del Estado Barinas y de allá trajo, como todos los
gobernadores foráneos, su combo para gobernar esta tierra de indios. En seguida
el periódico contestatario “El Puño”, vocero del partido político MAS
(Movimiento Al Socialismo) y dirigido por
Francisco Alencar, los bautizó como “los zorros de Barinas”, porque el
gobernador, entre su gente, trajo hasta un conjunto de música llanera con tal
nombre para sustituir el local compuesto por obreros de Obras Públicas. Este nombre
perduró hasta que terminaron su gobierno y se fueron.
Era la Venezuela y el Amazonas de la bonanza y las
avionetas hacia el interior del entonces Territorio se tomaban como si fueran
taxis, de lo común que eran.
En esos
tiempos ocurrió una tragedia aérea que puso al Amazonas, como siempre, en los
titulares de la prensa mundial, solamente cuando algo malo aquí sucede.
Contamos, para la nueva generación de
amazonenses, los pormenores de la tragedia de hace 35 años, porque muchos de
los ya viejos, estábamos presentes también en esos tiempos y de una u otra
forma fuimos espectadores de los hechos.UN DESTINO TRÁGICO
Era una mañana lluviosa del martes 1º de septiembre
de 1981. En el aeropuerto local “Cacique Aramare” las avionetas pertenecientes
a las líneas Aguaysa del Mayor (Retirado) Abdid Seguía y Avisur del pariente
Nelson “Cañón” Silva se disponían hacer el servicio de pasajeros por la ruta
Puerto Ayacucho-San Fernando de Atabapo-Maroa-San Carlos de Río Negro. Los
pilotos eran los veteranos del aire Rómulo Ordóñez (“Cigarrón”) y Carlos Rivas,
actual jefe de la empresa de aerotaxis Wayumy.
A las 6.27 am despegó hacia San Fernando de Atabapo
la avioneta Cessna YV-244-C de Aguaysa con Rómulo Ordóñez de piloto y 4
pasajeros. El tiempo era lluvioso y muy malo, con una visibilidad muy limitada,
pero el piloto confiaba en su veteranía. Los pasajeros eran las pasantes de
medicina Reyna y Yolanda con destino a San Fernando de Atabapo, el policía de
San Carlos de Río Negro Salvador Mirabal y el Juez colombiano de la población
de San Felipe, al frente de San Carlos de Río Negro, José Herrera. Al despegar
el tiempo empeoró de golpe y la visibilidad era nula. Las pasajeras pasantes de
San Fernando de Atabapo estaban aterrorizadas y rezaron, haciendo promesas a todos
los santos, pero llegaron a su destino después de una hora de vuelo, de
tormentos y tormentas.
Ordóñez dejó las pasajeras y continuó vuelo hacia
Maroa y allá aterrizó con los pasajeros Mirabal y Herrera, para recoger la médico
rural Rhaiza Ruiz, que iba hasta Puerto Ayacucho con retorno directo desde San
Carlos de Río Negro. El mal tiempo siempre estaba presente.
Iban hacia su fatal destino y de ahí en adelante
no se sabe a ciencia cierta lo que pasó. Suponen los colegas expertos que
Ordóñez siguió por el trayecto del Río Negro-Guainía. Volaba bajo,
“Cachicameando”, como dicen en el argot los pilotos, para guiarse por la ruta
del río. De pronto lo sorprendió el cerro Bocachico, en territorio colombiano y
aún a mitad de camino hacia San Carlos de Río Negro. Impactó con los árboles
que amortiguaron en parte el golpe.
LA EMERGENCIA
Mientras Ordóñez embarcaba en Maroa a Rhaiza Ruiz,
cruzaba los cielos rumbo a San Carlos de Río Negro Carlos Rivas en la avioneta
YV-281-C de Avisur. Se comunicaron por radio y hablaron del mal tiempo
reinante. Eran las 8.32 de la mañana. Aterrizó en su destino, a las 9.30 am. Rivas habló con
el también piloto de la Gobernación Alirio Dávila, quien en ese aeropuerto
tenía estacionada la avioneta a la espera de mejores condiciones atmosféricas para
despegar. Llevaba hasta Puerto Ayacucho a Catalina Cadenas, amazonense baré que
había hecho acto de presencia durante muchos años en los límites con Brasil, en
la Piedra del Cocuy. Todos los días enarbolaba el Pabellón Nacional en esa
frontera y se le iba a hacer un merecido homenaje Presidencial. Rivas trató de
establecer comunicación radial con la avioneta ya siniestrada y cumpliendo su
trágico destino. A las 10.30 entra en cuenta la torre de control de Puerto
Ayacucho de la desaparición de la avioneta y 10 minutos después es declarada en
emergencia por pate del Ministerio de Transporte y Comunicaciones.
Media hora después despegan los tres primeros
expedicionarios del rescate y son los
pilotos Abdid Seguías (dueño de Aguaysa y de la avioneta siniestrada), Luis
Felipe Argotte en otras avionetas de Aguaysa y el recientemente malogrado Rubén
Hernández en la avioneta YV-1438-P de la Gobernación. Este primer grupo de
rescate, conjuntamente con el piloto Alirio Dávila que venía de San Carlos de
Río Negro, rastrearon la zona aledaña a Maroa, la cuadricularon, en la búsqueda
de un indicio sobre la avioneta siniestrada, teniendo en cuenta que en el
despegue y aterrizaje de las aeronaves es cuando ocurren la mayoría de los
accidentes, debido a lo crítico de la situación. No sabían en ese primer
momento que Ordóñez había despegado sin dificultad, pero el desastre fue a
mitad de camino, al chocar con una montaña por volar muy bajo.
TRAGEDIA EN LA SELVA
La avioneta, al chocar contra las ramas de los
árboles, perdió en el impacto la cola y se incendió; sin embargo logró medio
aterrizar entre dos grandes árboles, en medio de un claro dejado por un
chubasco. El policía rompió el vidrio del lado derecho y por allí salió, aun
ileso. El piloto Ordoñez sufrió fractura de clavícula y de 3 costillas. El Juez
se fracturó una pierna. Rhaiza sufrió escoriaciones menores en los dedos pero
todos salieron de la avioneta en llamas por el lado izquierdo del piloto, salvo
el policía que salió por el otro lado. En ese momento la avioneta estalló y
alcanzó al policía y su cuerpo quedó envuelto en llamas, al igual que la
avioneta. Trataron de ayudarlo, pero fue inútil. Caminaba como un autómata en
llamas hacia el avión, pidiendo auxilio. Anduvo otros pasos sin rumbo y al fin
cae, abatido. Aún así, ya moribundo, se
despidió con una sonrisa de Rhaiza: “Doctora, se me apagaron las luces”. Murió
en horrible agonía media hora después. Rhaiza le cruza los brazos y le rezan
una oración.
Tras un tiempo de 3 horas de acompañar el cadáver la
sed los agobia y deciden buscar agua en los alrededores. Caminan por el monte y
encuentran un pequeño pozo del cual tomaron. Pero, lamentablemente, pierden el
camino de regreso.
EL RESCATE
En seguida que se declaró la emergencia se
organizó el rescate y quedó un comando de trabajo formado por Defensa Civil,
Fuerza aérea y el Ministerio de Transporte y Comunicaciones. También
participaban la Gobernación del TFA y el MARNRN. Desde San Carlos de río Negro
sobrevolaron la zona aviones civiles y militares. El primer y segundo día de búsqueda
resultaron infructuosos. En esta etapa comenzaron a participar las autoridades
militares de Colombia, dado el caso de un colombiano entre los desaparecidos. Desde
San Carlos de Río Negro partieron el jueves 40 hombres muy bien dateados y con
apoyo aéreo a rastrear la zona donde le habían dicho los lugareños que habían
oído el ruido de dos explosiones el día del accidente, hacia el Cerro
Bocachico, en territorio colombiano. Entre ellos iban José Rafael y Valmore
Ordóñez, hermanos del desaparecido Rómulo, José Manuel Sainz, Jefe regional del
MARNRN, José Castillo, médico en Puerto Ayacucho, efectivos militares y civiles
baqueanos del sitio. Por el aire los pilotos Pablo Silva y Luis Felipe Argotte
divisan los restos de la nave siniestrada y dirigen las operaciones. Los
rescatistas tienen que navegar durante dos horas el caño Iguarapo y luego una
caminata de seis horas, para por fin alcanzar, hacia las 3 de la tarde, el
lugar del siniestro. Ahí ya estaba una comisión del ejército colombiano. Habían
llegado con la ayuda de un vaqueano, Cirilo Calderón, cuñado del agente
Mirabal. Llegaron abriendo pica en la selva y ya en el sitio, prendieron una
fogata para orientar a los que iban por el aire y estos a su vez orientaran al
resto que iban a pie. El mal tiempo impide a la comisión evacuar los restos del
policía Mirabal a quien encontraron con las manos entrecruzadas. Organizan los
restos del desastre en tres bolsas diferentes: la primera con los restos del
avión, la otra con los supuestos restos humanos y la última con los restos de
objetos personales de los ocupantes del avión. El médico Castillo desechó unos
restos de lapa calcinados en el lugar, que al parecer transportaba el agente
Mirabal como encomienda de amigos desde Maroa a San Carlos de Río Negro. El
mismo Cirilo Calderón advirtió huellas en los alrededores y así se lo manifestó
a los rescatistas, quienes pasaron este hecho por alto. Además el cadáver del
policía estaba acomodado y nadie se acomoda a sí mismo después de muerto.
Alguien tuvo que hacerlo y solamente podían ser los sobrevivientes. Había
cantidades de huellas alrededor, que tampoco fueron tomadas en cuenta por los
rescatistas. Todos estos hechos fueron pasados por alto por estos “expertos” y
por el contrario mandaron a callar a los vaqueanos, quienes fueron los que
hicieron la observación. Pasaron la noche en el lugar y el viernes evacuaron el
sitio con los restos del desastre y se dio por concluido el operativo.
ODISEA EN LA SELVA
Al alejarse demasiado en busca de agua se perdieron
los extraviados de la avioneta. Caminaron sin rumbo hasta las 6 de la tarde,
que encontraron un cañito, donde calmaron la sed. Ahí pernoctaron. Al otro día siguieron
su ruta y así durante 3 días, hasta que el Juez Herrera expiró el 4º día, hacia
las 9 de la noche, quizás por inanición o por gangrena, porque la herida de la
fractura estaba muy fea. Rhaiza siguió caminando con Ordóñez hasta el 6º día,
cuando éste no resistió más y le dijo: “Hasta hoy te acompaño. Estoy muy mal.
Sigue siempre la dirección del sol que pronto te encontrarán”. Eran las 7 de la
mañana. Como Rhaiza había perdido casi toda su ropa vendando al colombiano y a
Ordóñez, éste le da las últimas instrucciones: “Toma mis medias, braga y
chaqueta y póntelas. Ya no las necesito. Yo ya no tengo esperanza y tu sí,
porque hoy o mañana te van a encontrar”. A la hora y media expiró. Rhaiza
continuó su viaje sin destino, sola.
MILAGRO EN LA DESESPERANZA
Playa Blanca era una comunidad de las riveras del
Río Negro-Guainía cerca del lugar del accidente de la avioneta, del lado
venezolano. Ese día Luis Evaristo decide, con su menor hijo de 11 años, hacer
una excursión hacia el sitio del desastre. Iba, específicamente, a buscar
restos de metal de la avioneta para hacer zagallas para cazar peces. Después de
4 horas de camino hacia el lugar oyeron unos gritos de mujer. Luis en seguida
contestó, pero su hijo, criado en una comunidad llena de cuentos de espantos,
espíritus y máwaris de la selva y del río, se abrazó a su padre, pidiendo
protección y que volvieran, desandando el camino. Ya eran las 4 de la tarde y
Luis decidió volver, ante lo avanzado del día y la premura del niño. Esa noche
en la Comunidad de Playa Blanca contó a los otros lo sucedido y los más viejos
y veteranos opinaron que quizás eran sobrevivientes de la avioneta siniestrada,
como a la postre resultó ser. En efecto, era Rhaiza que pedía auxilio.
Esa noche decidieron acudir al llamado de la selva y
el mismo Luis Evaristo, José Dacosta, Desiderio Evaristo y Jesús González
acudieron al rescate. Partieron a las 4 de la mañana a toda prisa hacia el
Cerro Bocachico con los implementos habidos en su humilde Comunidad. Al llegar
al sitio donde oyeron los gritos del día anterior comenzaron a gritar. La
respuesta desesperadamente débil no se hizo esperar. Encontraron a Rhaiza en
lamentable estado de delirio, debilidad extrema y llena de gusanos. Pedía con
desespero agua y le dieron una cucharadita de agua con canela. Luego le suministraron
otra y otras más, poco a poco hasta medio vaso. Rahiza comenzó a reaccionar y,
dentro de su irrealidad, se despidió y les dio las gracias por todo y les dijo que
seguiría su camino y deambular. La sujetaron y le dijeron que no se moviera,
porque la venían a buscar. Que lo hacían por un sentimiento de solidadaridad
humana. Mientras, tejieron un catumare para cargarla y le daban más agua con
canela y leche. Rhaiza fue transportada hasta la Comunidad Playa Blanca, donde
llegaron a las 3 de la tarde. Ahora le dieron sopa Continental como primera
comida. Rhaiza comenzó a reaccionar bien y contó su Odisea a los presentes.
Luego de reposar algo, fue llevada a San Carlos de Río Negro, donde resucitó
para Amazonas, Venezuela y el mundo, pues sus restos ya habían sido sepultados
en Caracas.
MUERTE Y VUELTA A LA VIDA
La noticia estalló como un trueno: ¡Hay una
sobreviviente de la avioneta siniestrada hace más de una semana! ¡Sobrevivió en
una selva agreste durante ese tiempo! ¡Ya la habían enterrado! Esto puso en
evidencia la ineptitud de los grupos de rescate y a los peritos médicos.
También sobresalió el valor de los rescatistas indígenas en su medio, antes
despreciados por los “profesionales” del Gobierno. Sobre todo a los rescatistas
locales comandados por un recién venido “zorro de Barinas”. Recuerdo que a las
9 de la noche, apenas se supo la noticia, un temerario y recordado caballero
del aire en la geografía amazonense, el piloto “El Tigre” Fajardo se ofreció
para ir hasta San Carlos de Río Negro a buscar a Rhaiza. Despegó en la noche y
aterrizó en la pista del poblado, alumbrada y señalizada con mechuzos. Y esa
misma noche volvió con la enferma. Pertenecía a la estirpe de esos pilotos,
seres anónimos, que dejaron sus vidas regadas en la selva amazonense, porque
era su trabajo arriesgar sus vidas para que progresáramos como Territorio.
EPÍLOGO
Esta es una de las tantas tragedias y Odiseas
ocurridas en nuestro actual estado Amazonas. Es larga la lista de estos héroes,
pioneros domadores de una selva virgen. Muchos han muerto trágicamente y el
último en morir al volante de su avioneta fue Rubén Hernández, coprotagonista
de esta Historia. También murió en su ley Pablo Silva. Y muchos otros. Ya
sabían que iban a morir haciendo el trabajo que les gustaba. Y continuaron. Y
murieron. Sería bueno que los amazonenses releyeran el libro “Crónicas
Volátiles Amazonenses” del también recién desaparecido Eliseo Jordán, aunque no
en ningún vuelo. Ahí están descritos los accidentes de avionetas más sonados en
Amazonas
Existen las fotos de cómo fue encontrado el cadáver
del piloto Ordóñez. Es sumamente macabra y por lo tanto no la publicamos,
porque no es el objeto de este trabajo producir la repugnancia de los lectores
de MicroHistoria amazonense. Solamente podemos decir que los animales
carroñeros dejaron solamente los huesos.
La Doctora Rhaiza Ruiz volvió a Maroa, en una
demostración de valentía y de coraje. Actualmente ejerce su profesión en
Caracas. Volvió a arreglar sus papeles, porque legalmente estaba muerta y
enterrada. Literalmente: volvió a nacer.
Aerotaxi de esos
tiempos.
PD: Esta recopilación fue hecha gracias a las
publicaciones del Periódico de la época “El Autana” del periodista Plácido
Barrios, Cronista predecesor de Atures. El Cronista actual está digitalizando
el periódico y pronto estará disponible para todos los amazonenses, gracias a
la colaboración de sus hijos.
Dra.
Rhaiza Ruizh
El
Gobernador saliente J.L González Herrera y el entrante
Armando
Sánchez Contreras. Al fondo Luis Soto
jefe de Defensa Civil, traído de Barinas.
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