NUESTRA
HISTORIA Nº 39
Historia
de Amazonas
EN LA
BÚSQUEDA DEL NACIMIENTO DEL SOBERBIO ORINOCO (y III)
Años: 1932-1936
LOS
ANAZONENSES INTERVIENEN EN LA POLÉMICA -
EL
DESCUBRIMIENTO DE LAS FUENTES DEL RÍO ORINOCO
Por: Miguel Guape*
Aquí,
en los límites entre Brasil y Venezuela, en la Sierra Parima, queda el tan
buscado origen del Río Orinoco.
RESUMEN
La
polémica desatada a través de los medios por los falsos descubrimientos fue
intensa y apasionada. Mucha gente participó y salieron a relucir múltiples
pareceres que protestaron ante tales mentiras. En Venezuela, solamente Félix
Cardona sostuvo la bandera de los descubridores y como tal, fue el blanco de
los ataques que sin piedad llovieron sobre su humanidad. También salieron a
relucir las hazañas escondidas, por falta de publicidad y sin ánimos de
relevancia, de los amazonenses que habían hecho un gran esfuerzo, con su propio
peculio, de llegar a las fuentes. Este recuento termina con el escrito del
coterráneo J. V. Rodríguez Franco, quien en definitiva pone a todo el mundo en
su sitio y además, como él gráficamente lo dice les coloca “los puntos sobre las
ies”.
Transcribimos parte de la polémica
Artículo de Horacio Cabrera Sifontes
En
el periódico EL LUCHADOR de Cd. Bolívar del 20 de febrero de 1932 apareció el
artículo de Horacio Cabrera Sifontes.
NOTA DEL TRANSCRIPTOR: Horacio Cabrera
Sifontes es un Ilustre hijo de Guayana y de sus selvas y ríos. Escritor de alto
vuelo, con más de 10 libros publicados entre los cuales recomendamos ESTUDIO
HISTÓRICO-GEOGRÁFICO DE GUAYANA y EL CONDE CATANEO Y LA QUERENCIA DE GUAYANA.
Como político fue Gobernador (a juro, se negaba, pues era un anti político) del
Estado Bolívar recién cuando se estrenaba la democracia en 1958. Entre sus
actitudes como Gobernador contestatario, decretó el puente sobre el Orinoco,
cuando no existía. Fue desautorizado a nivel Nacional, pero luego lo hicieron. A
las personas que quieran ahondar más en tan novelesco y versátil personaje
pueden dirigirse al enlace siguiente: http://vidayobradehoraciocabrera.blogspot.com/
TRANSCRIPCIÓN
ORINOCO:
DESCUBRIMIENTO DE LAS FUENTES
Horacio Cabrera Sifontes
Motivos de Actualidad
LAS CABECERAS
DEL ORINOCO
Especial
para "El Nuevo Diario"
Caracas, febrero 1932.
Yo soy más amigo de la lógica y de la razón
fundamental que del ornato literario en asuntos de interés. Sí nosotros los
venezolanos no hacemos por nosotros mismos, mucho menos podremos encontrar
quien nos defienda ni respete. Advierto que no me siento intruso al calzarme el
coturno de la lucha por los intereses nuestros, sino obligado como venezolanos
a refutar todas las mentiras que por excesiva prudencia nuestra, van a servir
de gloria a los pseudo descubridores de nuestras vírgenes regiones.
Me refiero
al artículo publicado en "El Nuevo Diario" del 5 del corriente por el
escritor y marino español señor don Félix Cardona, donde califica de no
acertada e injusta la apreciación del doctor Juan Carlos Alzáibar al restar
valor a los trabajos de Hamilton Rice en las regiones de Sur América.
Advierto
que esto de trabajos en Sur América es verso del señor Cardona, porque solo se
Ie resta mérito en lo que respecta al descubrimiento del nacimiento del
Orinoco.
El
señor Cardona, como explorador, podrá perfectamente convencerse él mismo de que
quien suba el Orinoco, pase por el Casiquiare al Río Negro, o se interne por el
Guaviare en territorio colombiano, o salga al Atlántico por el Amazonas, puede
darle la vuelta a las cabeceras del río en discusión, pero no por eso ha
llegado a ellas.
Me
refiero a Rice. De Dickey no debemos ocuparnos siquiera, ni merece la pena.
Pero
fuera vergüenza para nosotros, los venezolanos que hemos hollado regiones montañosas
de nuestra Patria, si no refutáramos ninguna de estas bastardas relaciones; si
no aplicáramos nuestros conocimientos al examen del caso.
A un literato podrán engañarlo hablándole de
la selva; a un doctor en medicina lo hará que calle un geómetra hablándole de
la cuadratura del círculo, pero si a un abogado le hablan de leyes y derecho,
seguramente medita sobre ello con detenimiento hasta caer en las posibilidades
del caso.
Dice
Daniel Mendoza que una vez el General Páez, leyendo unos periódicos de las
Antillas donde hablaban de cosas campestres, vio "El domador sofrenó al
potro", y dijo: “Este en su vida ha visto jinetear a un potro cerrero”.
Naturalmente él era llanero y sabía que a un potro cerrero no se le pone freno
en la primera ensillada.
Así,
cuando yo vi en "La Esfera" a la señora Dickey retratada en las altas
montañas orinoqueñas con un zorrito sabanero y un monito tití, caí en la cuenta
de todo. Un zorro sabanero no puede vivir en la montaña alta por la sencilla
razón de que se moriría de hambre; el zorro gris se alimenta de culebritas
sabaneras, de huevos de iguana que saca escarbando los arenales y de algún alcaraván
que se deje cazar. Pero, en la montaña alta, el zorro que vive es el guachi y
el llamado rabo torneado Este tiene la habilidad de trepar árboles y puede de
esta manera conseguirse el alimento; en la montaña, los pájaros, con excepción
de la gallina de monte, todos ponen en los huecos de los palos. Las culebras
son la mapanare y la familia de cuaimas que no juegan con muchachos ni se la comen los zorros.
El mismo Hamilton Rice no llegó a ninguna parte por más
que le tengan mapas…con tales datos y quieran hacer valer sus opiniones.
Cualquiera puede escribir un artículo como lo está haciendo Dickey: yo puedo
leerlo, y más tarde atreverme a afirmar una cosa diciendo: “Si, señor, lo leí
en la prensa”; luego de la prensa pasa a la historia y por esto es nuestra
obligación de refutar.
Dante ha
podido irse Orinoco arriba y aparecerse con la descripción de los nueve cercos
del Infierno. El que diga que descubrió cabeceras del Orinoco navegando Orinoco
arriba, dice palabras inconscientes, no tiene ni una vana idea de cómo nace un
río en medio de una serranía.
Si el señor Cardona subió en
su expedición por el Orinoco, le falta todavía irse al Cuyuni, para que tenga idea
de cómo se remonta un chorro, cómo se forman caminos de hojas de quina para
arrastrar por sobre ellas la falca por tierra, mientras se caletea remos y
provisiones en hombros; le falta conocer la forma primordial de los callos
clásicos del hombre montaraz, no del explorador de vitola que para nada
resulta; tendría que experimentar el asco de extraer el pié de un pantano y
vérselo cubierto de sanguijuelas; familiarizarse con los rollos de las cuaimas
pinas y matar zancudos macanas en las costas del Roraima; marcar huellas por
las regiones del Cuyuni, o alto Caroní para que vea cómo desciende un rio de
las serranías, y para que sienta la lógica de que un río que baja de la Parima
tiene forzosamente que venir buscando nivel en vertiginosa y torcida corriente,
despeñándose en formidables cataratas imposibles de remontar. Yo sí he sentido,
mientras dormía en una cama improvisada de hojas de platanillo, serpentear con
un rugir continuo las corrientes que bajan de los cerros pronunciándose como
rueños. Si ha explorado todas estas regiones, el señor Cardona caerá en la
razón y verá a todo su pesar, el marino español, que es imposible ascender los
despeñaderos de los ríos en botes de motor y mucho menos con monitos y mujeres.
Si no ha hecho estas exploraciones, le negamos el derecho a discutir el punto,
porque quien no conoce un terreno no tiene modos de decir lo que es, a menos
que otro le indique, y a ese otro, ¿quién lo garantiza?
Yo hablo con el perdón de la
prosapia intelectual del señor Cardona, y de sus conocimientos geográficos;
pero con autoridad que tengo adquirida marcando huellas en exploraciones balateras
y mineras desde las bocas del Acarabisi, errando por el terminal de la
cordillera Imataca, hasta el Alto Cuyani y el Roraima. Yo he sentido tronar
bajo la falca donde he navegado al salto de Parurubaca y Quinotobaca y muchos
otros, y siento en mí que, conscientemente es imposible descubrir las fuentes
del Orinoco navegando por el mismo río.
Todavía pudieran exponer
mayores posibilidades los que digan que entrando por el río Branco agua arriba,
remontando hasta cierto punto el río Parima y luego cargando el guayare,
internándose en el centro entre la sierra Pacaraima y la Parima, vieron
manantiales o el infierno si quieren decir.
El doctor Juan Carlos
Alzáibar tiene absoluta razón (que el señor Cardona no sabe apreciar) cuando
dice que el peón balatero será quien con el tiempo y la escasez del maderaje
descubrirá (y yo digo que sin saberlo) las cabecera del río. Son palabras
prácticas y autorizadas de más fundamento que las razones del geógrafo; son
palabras de un hombre que tiene idea más o menos de lo que significan las
palabras: Cabeceras de Orinoco.
H. Cabrera Sifontes.
NOTA DEL TRANSCRIPTOR: Debido a este
Artículo entró el Señor Sifontes a la polémica con el Señor Cardona, quien de
nuevo replicó y el Señor Sifontes, como buen polemista y capaz escritor,
replicó de manera contumaz y más ácida aún. En los Periódicos de la época se
pueden leer estos dimes y diretes que merecen un palco especial. Nosotros no continuaremos
dentro de la polémica que siguió.
___________________
Artículo de Antonio Levanti
En
este Periódico apareció el Artículo de Antonio Levanti. En la entrega anterior
describimos al personaje.
TRANSCRIPCIÓN
EXPLORADORES CIENTIFICOS EN
EL TERRITORIO FEDERAL AMAZONAS
En el verano de 1920 llegó a
Río Negro por la vía de Brasil, un americano eminente por haberse casado con
una sesentona multimillonaria, en una lancha a motor mandada a construir ex
profeso con todas las comodidades modernas, pues cargaba hasta un telegrafista
con un aparato receptor de Marconi, y acompañado de su venerable esposa, se
lanzó a descubrir las fuentes del Orinoco, atravesando según él por entre los
caníbales que habitan el Casiquiare. Un compañero, americano, quien se quedó
disgustado en San Carlos, decía en Portugués: U doctor dizea, que ou Río Negro venezuelano es povado de caníbales,
mas eu non veio qué caníbales son esos, pois muitos d`ellos ten hasta
gramófonos. Esta expresión da una
idea de las muchas mentiras que estos exploradores de propaganda en sus países
para darse por héroes a lo Tartarín.
Este explorador llamado
Hamilton Rice no llegó a San Fernando de Atabapo, punto este indispensable para
proveerse de todos aquellos elementos que son necesarios para una expedición de
tal magnitud, sino que remontó el Orinoco de la bifurcación del Casiquiare
hasta La Esmeralda, dejando allí la lancha y partiendo en curiara con unos
hombres incompetentes, se lanzó a descubrir el nacimiento del padre de los ríos
de esta inmensa porción territorial.
Después de varios días de
navegación, llegó al comienzo del raudal de Guajaribo, donde han llegado varios
exploradores, así como también muchos habitantes de esas comarcas que no son ni
exploradores ni americanos. Mr. Rice se acampó con su ejército expedicionario
en una pequeña islita.
Sabido es por todos que en
estas comarcas habitan los indios guaharibos, tribu numerosa y primitiva que
vive en estado completamente salvaje, no se les conoce el amor al cultivo de la
tierra, como en todas las otras tribus conocidas. No poseen hierro y desconocen
en absoluto el arte de navegar, de tal modo, que personas que han cogido
algunos indios de estos y los han llevado embarcados, me han asegurado que es
tanto el pánico que les entra, que se cubren los ojos con las manos para no ver
el agua, lo cual manifiesta a las claras la sensación que experimentan. Cuando
estos indios llegan a ser sorprendidos
en sus guaridas por la presencia de
“blancos”, nombre con el cual todo indio distingue al que no es de su raza, se
golpean fuertemente el pecho con las manos, emitiendo al mismo tiempo un sonido
gutural, con lo cual expresan no existir en ellos mala intención, así como
también demostrar súplica de que no le hagan daño, que no se les mate, todo
esto motivado al terror que les infunde las armas de fuego.
Hay la versión de que son
caníbales, pero los indios maquiritares, que los conocen y frecuentan y algunos
civilizados que también los han tratado, me han asegurado que no es cierta esa
versión.
Como al lector no se le
escapará, la idea de acamparse en la
isla no tenía otro objeto sino ponerse a cubierto de una sorpresa o ataque de
los supuestos caníbales quienes en
verdad habían acudido al frente del campamento, en la orilla opuesta,
maravillados por el extraño acontecimiento de la presencia de
blancos allí. Es costumbre de todo indio, a excepción de aquellos que
tienen más frecuente trato con
nosotros, al llegar blancos a sus dominios, de rodearlos con el marcado propósito de palparlos bien, pues
lo tocan a uno minuciosamente, y le
golpean el pecho, le acarician los bigotes, las orejas, el pelo, y en fin casi
todas las partes del cuerpo, con propósito, repito, de cerciorarse si están constituidos como ellos.
Pero el Doctor Rice y su gente no lo entendieron así. Doctor,
doctor! los indios! los indios… le
gritaron los tripulantes asustados, y el Doctor, que estuvo en la guerra magna,
y a pesar de la distancia que les separaba de los indios, disparó sobre éstos
con armas de precisión, haciendo blanco varias veces. Los imaginarios caníbales
ante un saludo tan poco fraternal, huyeron despavoridos, no antes sin lanzar a
modo de protesta, unas cuantas flechas de juajuilla que cayeron en el río y las
cuales recogió el doctor como trofeo de su triunfo. Estas flechas las presentó
él después como una demostración fehaciente de haber sido atacado por los
indios.
Mr. Rice publicó muy sucintamente
un relato de este hecho y prometió hacer interesantes narraciones. Entre otras
cosas, dijo, que los guaharibos después de la batalla en la cual tuvo que salir
él derrotado, lo persiguieron durante tres días río abajo. Esto es una solemne
mentira, pues los guaharibos no tienen curiaras y está probado de modo
irrecusable que desconocen en absoluto el arte de navegar, además de ser de
todo punto imposible que lo hayan perseguido por tierra.
Llamo la atención de la
ilustrada Prensa venezolana, que la mayor parte, por no decir todos, de esos
escritos no están basados en la verdad y por lo cual no deben dejarse
sorprender, y a mi pensar creo, que en vez de contribuir al fomento de la
inmigración de que tanto necesita este hermoso y hospitalario país, alejan por
el contrario a los verdaderos exploradores serios y científicos, infiltrando en
el extranjero una idea muy distinta de la pura realidad, tanto de los lugares inexplorados,
como de los indios que los habitan. Me ha movido el deseo de hacer estas
ligeras apuntaciones, los dieciseis años que he permanecido en el Territorio
Federal Amazonas, y la
experiencia adquirida en todo ese tiempo en continua comunicación con sus
aborígenes, y también el deseo de dejar
complacidos a varios amigos quienes me exigieron, dado esos antecedentes,
desvirtuara a tantos charlatanes aventureros.
Antonio Levanti.
Ciudad
Bolívar: 7 de julio de 1932
----------------------
Artículo
de J. V. Rodríguez Franco
(4
años después de los anteriores, en 1936)
Periódico “El Luchador” del 27 de
noviembre de 1936
donde
apareció el presente artículo.
NOTA DEL TRANSCRIPTOR: J.
V. RODRÍGUEZ FRANCO llegó al Amazonas
posiblemente a finales del siglo XIX o comienzos del XX dentro de la avalancha
humana que vino a la explotación del caucho, posiblemente procedente del estado
Bolívar. Fue por poco tiempo Gobernador de Amazonas impuesto por Funes y contra
su voluntad; por razones obvias no estaba en disposición de oponerse a tal
nombramiento. Se sabe que vivió la mayor parte de su vida en Maroa. Cuando
escribió este artículo en noviembre de 1936 era Presidente del Concejo
Municipal en Atures (Puerto Ayacucho) y el Gobernador era el general Alfredo
Franco. Aún se está investigando sobre tan interesante personaje. Tiene
descendencia en Amazonas.
TRANSCRIPCIÓN
Afirma J. V.
RODRÍGUEZ FRANCO:
“Todo lo que se ha dicho
respecto al Descubrimiento de las Cabeceras de Nuestro Orinoco, es mentira”.
Todo lo que se ha dicho
respecto al Descubrimiento de las Cabeceras de Nuestro Orinoco, es mentira.
Siendo guayano, y conocedor como soy, de las
selvas y de los ríos desde el Caura hasta nuestra frontera con el Brasil,
siempre que he leído un artículo, de los presuntos exploradores modernos,
principalmente extranjeros, que por sacar partido monetario y bombo de la
Prensa, han formado una gran alharaca con sus dichos fantásticos y novelescos,
no he podido sino admirar el valor de éstos, al querer hacer comulgar con
ruedas de molino a nuestros hombres sensatos, explotar las Sociedades Geográficas
y sorprender al Ministerio de Fomento, que han facilitado dinero a estos
andarines especuladores que no tienen en cuenta, que cualquiera de los
exploradores de este Territorio Amazonas, les ponga, de un momento a otro, los
puntos sobre las íes dejándolos a descubierto en sus falaces mentiras.
Nosotros, los exploradores de balatá en el curso y
cuenca de los ríos,
grandes tributarios del Orinoco en su parte superior, sabemos, no sólo por el
contacto con las muchas razas indígenas que cruzan aquellas cabeceras, sino por
nuestros Comisionados exploradores civilizados, que se han internado meses
escudriñando las serranías que sirven de madre a los ríos mencionados, y por
propia vista, en el mismo terreno, y bebiendo aquellas aguas, vertientes principales
que contribuyen a formar
la hoya hidrográfica de nuestro gran río, que tal descubrimiento hasta la fecha no llegado a suceder.
Entre los
exploradores a que me voy a referir hay un señor de nombre Herbert Spencer Dickey, Jefe de la Expedición
Dickey-Orinoco, y un ciudadano catalán de apellido Cardona, que la prensa de su
país ha despedido como un apóstol de la ciencia, que en sus faenas de estudio
le importa un
reis
sacrificar su vida, y en la prensa capitalina, he leído un artículo que anuncia
el regreso de este apóstol español, a practicar su décimo viaje en busca de las
vertientes creadoras de Orinoco.
Cuando lleno estas
cuartillas tengo junto a mí
ocasionalmente al conterráneo
y amigo señor Jesús María Noguera, quien en diez y siete años de estada
en el Alto Orinoco ha explorado y
explotado balatá, seguido el curso de sus ríos y transitado sus montaña, y le pregunto:
-¿Qué sabe Ud. de la exploración de Mr. Dickey a la
parte superior del Orinoco? - y mi interpelado contesta:
- “En el año 1930 me invitó Mr. Dickey, en su
carácter de Jefe de la Expedición Dickey-Orinoco costeada por el Museum of the American Indian de New York, a que lo acompañara a una excursión a las cabeceras
del Orinoco. Iban con él los señores
Sargent Child, T. Evans Dunn Jr., Carleton S. Francis Jr., Walter J. Lanz y
tres sirvientes; me pidió enganchase catorce hombres más a su
expedición, a lo cual accedí. Exigí al amigo Luis Vegas su cooperación
en esta empresa, pues como conocedor de estos lugares daría positivos resultados.
Salimos de mi sitio denominado Tama Tama en el mes de junio de 1930, en una
lancha a motor, con curiaras al remolque, para lo que pudiera acontecer y
gastamos seis días para llegar al Raudal de Guaharibos; arrastramos curiaras y
veinte días después, demorados por los continuos Raudales que presenta el río
en esos parajes, llegamos a un pozo, que mide poco más o menos ciento veinte
metros de largo por sesenta de ancho; en este punto media el Orinoco de cuarenta
a cincuenta metros de ancho solamente, este pozo lo denominamos Pozo de
Vegas, por haber encontrado gravado este nombre en varios árboles de esa
región, lo que había hecho este amigo en una exploración verificada por él,
años antes; ni un afluente de consideración encontramos a nuestro paso del Raudal
de Guaica para arriba. Comisioné a Vegas para seguir la exploración por la
margen derecha del río, mientras que el Dr. Dickcy y sus compañeros científicos,
practicaban sus observaciones desde un pequeño cerro que dista poco más o
menos ocho kilómetros de la margen del río; de allí divisamos una pequeña
Serranía, que se calculó distar de veinticuatro a treinta kilómetros, y que
el explorador Dickcy denominó "Heye", en honor al que costeó la
expedición. Vegas exploró un día, inspeccionando los inconvenientes que
presentara el Orinoco para seguir la navegación y fuimos informados por él y
sus compañeros que el río seguía navegable; los observadores científicos se
empeñaron en decir que las
cabeceras
del Orinoco
debían estar en el cerro que bautizaron "Heye”; en la recorrida que hizo Vegas pudo
observar por la brújula, que el río traía su curso del
Este al Sureste. Nadie puede asegurar que el Orinoco tenga su nacimiento allí,
puesto que su caudal de aguas se manifiesta aun de consideración.
Lejos, a manera de medio arco y tendida con orientación Norte al
Noreste, se distingue una gran Sierra, de muy considerable altura
que calificamos nosotros los exploradores venezolanos ser la Parima, y en
ella nacer nuestro Orinoco. No tiene ninguna significación la Sierra
llamada "Heye”, puesto que siendo la Parima muy extensa, y apreciando el caudal de aguas que
conserva dicho río, hasta el punto en que regresó mi compañero Luis Vegas, es
más probable que nazca en una
estribación de dicha Sierra”.
NOTA AL ESCRITO:
El Señor Jesús María Noguera,
relevante empresario y explotador del
caucho y otros productos
forestales del Amazonas venezolano
de los años de principios del siglo XX. Como
buen cauchero,
fue un gran explorador y
conocedor de nuestra tierra.
Su base de operaciones siempre
fue Tama-Tama.
Es el abuelo del Profesor Juan
Noguera.
Como se desprende
de lo dicho por Noguera, el explorador Dr. Dickey, ha engañado de manera deplorable a la
Institución Científica que lo envió de Nueva York, y arrancado a la Prensa
lauros que aparecen, con la evidencia de los hechos comprobados, como adornos
carnavalescos propios de la farándula de Momo. Por fortuna que este explorador
ya ha sufrido de la Sociedad Científica engañada el castigo severo de la
reprobación.
Días después, en conversación con el amigo Luis Vegas, le referí lo manifestado por Noguera, y me aseguró que esa relación era una verdad incontrastable. Añadió: que el año de 1924, había practicado una
exploración de balatá, costeada por los señores
Salomón Khazen y Paul Sprick, con diez y ocho hombres de compañeros, en cuya
expedición, desde el pozo que titularon "Vegas", tomó rumbo Este-Noreste,
a los dos días oyó el ruido de las cascadas del Orinoco y se internó en las
selvas y pequeños cerros por el espacio de ocho días; examinando el horizonte
con la brújula pudo observar la existencia de una gran
Sierra que tendida entre Norte y Este le pareció ser la Parima. Más lejos aún
hacia el Sur se levanta la Sierra Untarán, madre de varios afluentes de
nuestros ríos Siapa y Turuaca. Este aserto, confirma en todas sus partes, lo
manifestado por el amigo Jesús María Noguera.
Ahora voy a colocar
en mi mesa de examen al pseudo explorador del Orinoco señor Cardona, quien dice venir a hacer el
décimo viaje a estas regiones, en busca probablemente no sólo de las
vertientes del Orinoco, sino a bañarse en aguas del Dorado redentor.
Me dicen los amigos Jesús María Noguera, Ovidio Méndez, Carlos
Wendehake y Federico Pérez Z., que habiendo efectuado el Dr. Dickey tres viajes
de paseo por el Orinoco, Casiquiare y Rionegro, donde existen los poblados de
este Territorio, en su tercer viaje vino con él el español Cardona, y lo
vieron trabajar como motorista; este viaje terminó en el sitio denominado
"Mariposo" a un día de distancia de San Fernando de Atabapo. Dickey
hizo su cuarto viaje, y llegó hasta el Raudal de Guaica, que está a un día de
distancia más arriba del Raudal de Guaharibo; en el viaje quinto fue que llegó
hasta el Pozo de Vegas. Cardona hizo su segundo viaje junto con la Comisión de Límites Venezolana que iba a juntarse con la Comisión
Brasilera en el Cocuy, hasta donde él llegó; y fué en su tercer viaje, que
subiendo por la vía del río Paragua, lo llevó mi amigo Rafael Ángel Lezama,
aguas arriba por este río, subió el curso del caño Mari, pasó al caño Muñe,
atravesó un pequeño, istmo, navegaron por el Zararo para caer al Saguado o
Chananaro, tributario del Caura, y lo llevó Lezama hasta su estación balatera;
de allí lo tripuló para seguir el curso del Caura arriba, y en los sitios
indígenas cerca de la boca del río Caranacuni, enganchó una Capitanía
indígena, cuyo Jefe se llama Federico González, quien trabajaba conmigo balatá.
Siguió el curso del Merevari, pasó por las bocas de los caños Guañe y Kide,
tramontó los raudales de Huiriquisori, y en tierra ya en la margen izquierda del
Merevarí, probablemente en dirección Suroeste, exploró esas regiones por algunos
días, se encontró con una raza que se ocupó de asediarlos, y que sin
duda deben los Guaicas o los Guaharibos, llamados Zarízanas por los
Maquiritares, temiendo que los indios los asesinaran salió de allí, y
tomando el mismo camino que había llevado, a la estación del amigo Rafael Ángel Lezama. Es muy natural que en
todo este viaje haya hecho el croquis de los ríos que navegó y tomado
la altura y posición geográficas del lugar en que se regresó.
Pocos días después, Rafael Ángel Lezama lo tripula
para bajar el Caura y dirigirse a mi sitio ubicado en la boca del Cácaro,
afluente del río Erebato, el más grande de El Caura, con el fin de que yo lo
mandara a poner en el río Ventuari, casa de mi amigo el señor Rafael Federico González;
nos encontramos en el Erebato, a pocos kilómetros de mi sitio, porque ya yo
había mandado suspender mis trabajos de explotación de balatá, y bajaba hacia
el salto de Pará; lo más importante que hice por el señor Cardona, ordenarle a uno de los
indios tripulantes que siguiera con él y hermano, Erevato arriba, para navegar
las aguas del Cucurital, afluente de aquél, y que le dijera al Capitán General
de la tribu maquiritare, que mandara a poner a Cardona en Yureva, sitio de
pertenencia del señor Rafael Federico González, que yo pagaba sus servicios.
Ya en el Delta del Ventuari, Cardona sube el Orinoco, llega a Tama Tama, sitio
del señor Jesús María Noguera, que está arriba de la bifurcación del Orinoco,
pernocta allí unas horas, se mete al Casiquiare, sigue su curso, y se encuentra
con el señor Don Ovidio Méndez, casi en el centro del curso de este río, y
quien remontaba en la lancha "Dibina" de la cual era Jefe y estaba al
servicio de la Comisión de Límites Venezolana-Brasilera. Don Ovidio Méndez,
lo embarcó allí, y le dio pasaje hasta Ciudad Bolívar, costeando este amigo
todos los gastos de Cardona y su hermano. He aquí el tercer viaje del
explorador Cardona; he aquí el motivo o el engendro de las mentiras alrededor de un esfuerzo,
que si lo hizo sin preparación alguna, para sufrir la crudeza de esta clase de
exploraciones, no se ha prestado ni siquiera para ver la Parima, porque dicha
Gran Sierra observada desde el punto que él ha podido regresarse de las montañas
y pequeños cerros que forman la hoja del Merevarí, debían quedarle al Sur-
Suroeste, y para ello tendría que pasar por una abra de la estribación de la
Sierra Pacaraima, salvar selvas brasileras, atravesar el Uraricoera para luego
encontrarse con la Sierra Parima que engendra las aguas de este río, afluente
del río Blanco.
Si Codazzi no
miente puede servir de confirmante de lo que dejo asentado, pues, que hasta
ahora no tenemos sino pequeñas
rectificaciones al trabajo de orientación general de nuestros grandes ríos,
más que el que señala la Carta del célebre geógrafo. Si Cardona se atreve a
corregir nuestro Mapa, tomando como base su tercer viaje de exploración, que
es el único de alguna importancia practicado en las selvas orinoqueñas, nunca
debió decir que ha estado cerca de las cabeceras de nuestro gran río, y mucho
menos que es el décimo viaje, puesto que sólo ha llegado al tercero, como se
lo hemos demostrado.
Nuestro gran río no podrá dejar ver sus atrayentes
vertientes de origen sino siguiendo su curso, puesto que tanto Codazzi como
Alejandro de Humboldt, Robert Schomburk, Rafael Acevedo, Juan Chaffanjon y
Francisco Michelena y Rojas, así como nuestros humildes exploradores, dicen:
“que es en el Angulo que forman las Sierras Parima y Unturan, en alguna de sus
estribaciones, donde debe tener nacimiento el soberbio Orinoco”.
Lamento que el señor Cardona, dotado de energías
para las exploraciones y de conocimientos suficientes para
describir científicamente los lugares
que marca su paso, manche de mentiras imperdonables, que traen en sí no sólo un engaño
premeditado para el Gobierno que se presta a ayudarlo, sino una
burla despreciativa e irrisoria, dedicada a los
hombres de montaña del Territorio.
En la
creencia de que el señor Cardona, debe sincerarse y desmentir lo que
dejo asentado, así como lo que relatan los amigos que han tenido la bondad de
hacerme referencias, con el fin de que la censura no caiga sobre su personalidad,
quedo en espera de su réplica.
Atures: 14 de noviembre de 1936.
J. V. Rodríguez
Franco.
NOTA: Se desconoce si el Sr.
Cardona replicó a los escritos amazonenses
_________________
Los amazonenses en el Descubrimiento de
las Fuentes del Orinoco.
Por Iniciativa Propia:
-Pablo Vila y Tavera Acosta nos dan las primeras
pistas: “A fines del siglo pasado (1.897)
dos venezolanos, Guillermo Level y Guillermo Escobar intentaron llegar a las
fuentes del Gran Rio, pero no lo lograron. También se lo propuso el historiador
Tavera Acosta cuando era Gobernador del Territorio Amazonas (1.900), pero no llevó
a cabo sus propósitos”. (Pablo
Vila, Las Etapas Históricas de los Descubrimientos del Orinoco,
Caracas-Venezuela, 1952); En Río Negro, libro de Historia de
Amazonas también de Tavera Acosta, aparece nombrada esta expedición.
-En esta polémica sale a relucir por
escritores autorizados, conocedores y habitantes consuetudinarios del Amazonas,
la expedición armada por Rafael
Federico (Chicho) González, Paul Sprick y Salomón Kazen, de la que carecíamos
de noticias y por lo tanto desconocemos de los detalles. No lograron la hazaña,
pero al menos lo intentaron y fueron sinceros consigo mismos. Estos señores eran empresarios del
caucho pertenecientes al clan de “Los Amos de la Selva”, Historia novelada del
Arqº. Néstor R. González, nieto de Chicho.
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LA LLEGADA A LAS
FUENTES DEL RIO ORINOCO
Después
de múltiples intentos a través de los años, por fin el nacimiento del río
Orinoco fue alcanzado el 27 de noviembre de 1951 por la expedición
franco-venezolana comendada por el General Franz Risquez Iribarren. Fue una
empresa de carácter Nacional y patrocinada por el Gobierno venezolano. Algo
sumamente criticable fue que cambiaron toda la toponimia de los lugares
encontrado, algo que fue reclamado por Anduze, sin ningún resultado: todos esos
lugares ya tenìan nombres. El exabrupto llegò a tanto que al penúltimo salto
antes de llegar a las fuentes lo bautizaron…¡Dickey!., Lo que demuestra que la
ignorancia no respeta condición. Entre
los que acompañaron en la expedición a Risquez Iribarren y llegaron a la
cabecera del Orinoco se cuentan: Pablo J. Anduze, J. Carbonel, J. M. Cruxent,
Marc De Civrieux. León Croazat y otros. La foto corresponde al acto protocolar en las fuentes.
Aquí, gota a gota, nace nuestro Gran Río
Orinoco, orgullo de Amazonas, Venezuela y el Mundo. Para llegar hasta este
lugar hubo una larga travesía a través de los años y de la Historia, de
esfuerzos y luchas de Personas y Naciones, que al fin fructificaron un 27 de
noviembre de 1951, en una empresa liderada por nuestra Patria.
Los
héroes anónimos amazonenses de la expedición fueron los siguientes:
Según
Pablo J. Anduze en su libro SHAILILO KO sobre la expedición a las fuentes del
Orinoco (págs. 137,138), los primeros que vieron el origen del majestuoso río,
fueron los parientes legítimos Baré y pitadores de San Carlos de Río Negro Juan
Guapo y Miguel Dacosta. Tuvieron que abrirle la pica al entonces Mayor Risquez,
para que pudiera entrar al pocito.
Otros parientes que llegaron:
Los
Ye`Kuanas.
Los
otros parientes
En
las fotos faltan otros que también fueron.
Los
Yanomami del lugar colaboraron activamente con el pasaje de los expedicionarios
en forma desinteresada por la realización de esta gran hazaña de la Humanidad.
¿Acaso no vieron primero estos lugares los
Yanomami que ahí habitan? De todos modos, para ellos, el descubrimiento tan
buscado no tiene ninguna importancia. En la foto: Yanomami en un REHAU en la
etapa de la toma del yopo.
*Cronista de Amazonas
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